El libro cuenta los sucesos de aquella jornada de forma cronológica, desde las nueve de la mañana cuando estalla la revuelta hasta la madrugada del día siguiente, en la que se consuma la represión de ésta con los fusilamientos de Príncipe Pío, y se centra en los distintos focos de la lucha en el centro de Madrid.
Para mí lo mas importante del libro es que demuestra que aquella revuelta no fue ni una lucha por la libertad ni tampoco el surgimiento de la idea de nación española frente a la invasión francesa, que provocaría la Guerra de la Independencia. Se desnuda la realidad del mito y se muestra que el 2 de Mayo fue más bien un día de cabreo, un día de furia del pueblo madrileño para vengar las afrentas y humillaciones sufridas de parte del ejército francés.
En cuanto al contexto histórico cabe destacar que la Familia Real estaba en Francia prisionera de Napoleón, que el país estaba invadido por las tropas francesas (Madrid al mando del general Murat) y en manos de una Junta de Gobierno ineficaz y sumisa a los intereses franceses, y que el ejército español estaba atado de pies y manos (sin autoridad para intervenir ni munición)...
Fue una revuelta popular, del pueblo llano y de gentes de los barrios castizos, y en la que no participaron ni la nobleza (salvo el marqués de Malpica que combatió junto a la Puerta de Toledo) ni las clases acomodadas, que se encerraron en sus casas, ya que temían más la ira irracional del pueblo armado que el orden implantado por los franceses.
Fueron cerrajerros, carniceros, zapateros, albañiles, mozos, criados, rufianes, manolos y chisperos, estudiantes, porteros, mendigos, algún cura, etc, los que se enfrentaron armados con navajas, cuchillos, palos, escopetas y con todo lo se encontraron a las tropas francesas. Y las mujeres arrojaban desde los balcones de sus casas, macetas, muebles y todo lo que tenían a mano. Al grito de ¡Viva Fernando VII! y ¡Muerte a los gabachos! lucharon todos con ferocidad y sin cuartel durante horas, hasta que la lógica militar de los fusiles y los cañones franceses se impuso. Entonces ya cada uno tuvo que luchar por salvar su propio pellejo.
Mención aparte merece la defensa numantina del parque de artillería de Monteleón en el barrio de Maravillas, donde los capitanes Daoiz y Velarde junto a un destacamento de soldados y cuadrillas de paisanos, se defendieron a sangre y fuego del asedio francés. En un principio pensaron que su ejemplo haría que otros cuarteles se sublevaran, pero cuando vieron que no era así, se batieron con la mayor dignidad y el mayor honor hasta la muerte. El monumento que existe en la actualidad en la Plaza del 2 de Mayo está dedicado a ellos.
Notas anecdóticas de la jornada fueron por ejemplo que un grupo de presos de una cárcel salieron a luchar prometiéndo volver, y lo cumplieron, y que Goya presenció los combates de la Puerta del Sol desde el balcón de su casa.
Acabada la revuelta, Murat ordenó una brutal y sangrienta represión con ejecuciones sumarias y fusilamientos en masa junto a las tapias de la montaña del Príncipe Pío. Goya lo pintó magistralmente en su famoso cuadro "Los Fusilamientos del 3 de Mayo".
Como apunte final me gustaría añadir que la posterior Guerra de la Independencia sólo traería consecuencias funestas para España, tanto económicas, políticas como sociales. El país quedó arruinado, Fernando VII impuso un absolutismo cerril e intransigente, acabó la aventura constitucional de Cádiz y se fueron al exilio los afrancesados (la flor y nata de la intelectualidad del país). Con ellos se fueron las ideas liberales de cambio y de progreso.
¡Hasta la próxima amigos!
Hola Felix:
ResponderEliminarMe parece un buen trabajo y a este post es uno de los que en su dia te conteste pero se me borro al publicar.
En estos dias le esta cayendo una buena a Arturo Perez reverte por sus opiniones sobre el tema de los insultos a la Ministra Paji.
Creo que se puede opinar pero no se pueden decir en publico cosas que ofendan a los demas. Pensar es uno muy libre pero hay determinadas cosas que no se pueden hacer en publico, al menos por respeto.
Besos. Vicente.