Hacer de nuestros pueblos y ciudades lugares más accesibles para todos, debe ser además de un derecho, un objetivo al que debemos aspirar. Si hacemos que el espacio urbano sea mucho más accesible, confortable y habitable para aquellos que vamos en silla de ruedas, será beneficioso para todos los ciudadanos y tendremos mayor calidad de vida.
Se ha avanzado en este terreno, pero todavía falta mucho por hacer y por conseguir. Este objetivo, para que sea real, debe contar con un mayor compromiso y concienciación por parte de los poderes públicos (Estado, Comunidades autónomas y Ayuntamientos), pero también de la iniciativa privada (arquitectos, constructoras y ciudadanos).
La legislación y normativa sobre accesibilidad y eliminación de barreras arquitectónicas es más o menos exigente según cada comunidad autónoma, pero en general es bastante laxa, dejando muchas cosas en manos de la buena voluntad de arquitectos y constructores. Y falta asesoramiento por parte de nosotros, los que usamos silla de ruedas, a los que no suelen preguntarnos sobre esta cuestión.
Siempre he pensado que los arquitectos, los políticos que licitan obras, o los empresarios que construyen, cuando inauguran edificios deberían sentarse en una silla de ruedas para ver in situ los fallos que se cometen y las barreras que pueda haber.
Si damos un paseo por la calle podemos ver cantidad de puntos negros y de barreras, desde rebajes en las aceras que no están a ras de suelo, aceras estrechas en las que se colocan señales, postes, papeleras o bolardos que impiden el paso, marquesinas de autobús mal colocadas que dificultan el paso y que a veces impiden el uso de la rampa del autobús, rampas con excesiva pendiente o casi sin giro,etc. Y en edificios públicos y establecimientos privados, incluso de nueva construcción, existen ascensores ridículos que parecen cabinas telefónicas, o puertas de servicios de 70 cm de anchura, por poner ejemplos claros.
Pero aunque hemos avanzado en el espacio público, incluidos los transportes (metro, autobús), todavía tenemos que ganar los espacios de ocio (cines, teatros), de restauración (restaurantes, bares y cafeterías), de alojamiento (hoteles) y otros servicios comerciales. No es de recibo que haya cines de nueva planta en los que los minusválidos nos tengamos que poner en primera fila, que la gran mayoría de los restaurantes y cafeterías sean inaccesibles por tener escaleras, que hoteles de 200 habitaciones sólo tengan 2 de ellas adaptadas o que no tengan servicios adaptados en sus zonas comunes...
Esto sólo puede resolverse con mayor exigencia en accesibilidad y adaptaciones cuando se conceden las licencias de actividad, y cuando los empresarios se convenzan de que esto les reporta beneficios económicos, pues el colectivo de minusválidos es muy numeroso.
Una anécdota curiosa. Una tarde habíamos quedado con unos familiares en el centro comercial de Príncipe Pío y no pudimos salir del metro, estábamos "atrapados" por culpa de un ascensor averiado.
En Brunete, el pueblo en el que vivo, en los últimos 15 años es cuando se ha acometido la supresión de las barreras arquitectónicas. Ahora el 80% de las calles del municipio tiene rebajes en sus aceras, el ayuntamiento cuenta con ascensor, existen plazas de aparcamiento para minusválidos y otras instalaciones públicas son accesibles. Pero gracias a mi padre con su iniciativa y siempre exigiendo la eliminación de barreras en los plenos, reclamando un ascensor para el ayuntamiento, accesos,etc, las distintas alcaldías fueron moviéndose y haciendo cosas. De todas formas quedan bastantes puntos negros y barreras que hay que solventar.
Hace unos años conocí a Pedro, un concejal parapléjico de Campo de Criptana (Ciudad Real) que había asesorado sobre accesibilidad y adaptaciones en el nuevo consistorio de la localidad. Me contó también como había convencido al arquitecto del centro médico de que la instalación de puertas automáticas era práctica y útil para todos, no sólo para los minusválidos.
Bueno que me estoy poniendo reivindicativo, pero es que es una cuestión que me afecta personalmente, como a tantos y tantos minusválidos. Ver ciertas cosas me enoja y hay que denunciarlas para cambiarlas.
¡Hasta la próxima!