Salimos de Barajas, y 2h después, llegamos al aeropuerto de Schipol en Amsterdam. Este aeropuerto tiene la particularidad de que está situado a la altitud más baja del mundo (3m bajo el nivel del mar). Holanda es, desde luego, un país arrebatado al mar.
Teníamos un hotel muy céntrico, junto a la plaza Dam (donde está el palacio en el que se alojan los reyes cuando están en la ciudad), y nos movíamos a pié por el centro, bueno yo sobre cuatro ruedas...je je. Visitamos todo el casco antiguo y los tipicos canales, navegables en su mayor parte, en los que hay multitud de barcos-casa, y que le confieren ese aire particular a la ciudad, haciendo que sea llamada "la Venecia del norte".
Visitamos el Rijksmuseum, donde están los cuadros del gran pintor Rembrandt (su famosa Ronda nocturna entre otros) y de otros pintores holandeses como Veermer, y el museo Van Gogh, dedicado en exclusiva a este genial y excentrico pintor. Lo bueno es que no tuvimos que esperar cola, pues allí los minusválidos tenemos acceso preferente.
Cosas curiosas de Amsterdam. El uso tan extendido de la bicicleta, tanto para dar una vuelta y pasear, como de medio de transporte (la gente va a trabajar en ella y ves hasta ejecutivos con traje y cartera, existen parkings para bicis p.ej en la estación central, muchos carril-bici,etc). La gente en las terrazas de los bares se sienta mirando hacia la calle, y toman el sol en los parques a la mínima que sale un rayo de sol. Tambien el asunto de los coffe shops, que venden mariuhana, o el barrio rojo, aunque yo creo que la ciudad estaría mejor sin esto, pero... así son los holandeses de sui generis.
Una tarde mi padre y mi hermana se dieron un paseo en bici por el centro mientras que los demás, fuimos a ver un centro comercial tipo Harrod´s que hay junto a la plaza Dam.
Alquilamos un taxi y fuimos a ver un parque de molinos antiguos holandeses que está situado a unos kms de Amsterdam. Allí nos ocurrió la anécdota más divertida del viaje, pues nos cayó un tormentón impresionante y nos calamos hasta los huesos. ¡Qué aguacero! Entramos en una de las queserías del parque a resguardarnos, y mientras nos secábamos, no parábamos de reirnos. Al volver, le pedí al taxista que nos llevara a ver el Amsterdam Arena, porque para un madridista de pro como yo, ese estadio es mítico, ya que allí consiguió el Real Madrid su tan ansiada séptima Copa de Europa en el 97.
Nos tomamos unas cervezas Heinekken, cuya fábrica principal está allí, y los típicos mejillones al vapor. El último día buscamos como locos un bar español. Y lo encontramos, el bar "Casa Manolo", que estaba regentado por unos gallegos y donde tomamos tapas típicamente españolas. Esa tarde comimos como en casa.
Os recomiendo hacer una escapadita a Amsterdam.