Los gatos

Desde siempre, desde que era pequeño me han gustado y he tenido gatos. La verdad es que son animales muy libres e independientes, pero casi siempre son cariñosos y juguetones.


Pero a la que verdaderamente le encantan y tiene una gran pasión por ellos es mi hermana.

Recuerdo a Busy, a Kitty, la gatita blanca y negra, y a Magdalena, la gata más longeva que haya visto y que tuvo decenas de crías.



Dicen que tienen 7 vidas y yo lo comparto, aunque la carretera es su peor enemigo y no se suelen salvar de ella. La curiosidad sin duda les puede.

Voy a hablaros de los gatos a los que más he querido y de los que mejor recuerdos tengo. Cuando tenía unos 10 años hubo uno anaranjado que se llamaba Chinito. Era muy juguetón y muy gracioso, y cuando me comía un yoghourt, le daba los restos que quedaban con una cuchara y él se relamía. Cuando estaba en la silla aprendió a trepar por mis pantalones para sentarse en mi regazo. Lo malo es que un día lo hizo cuando llevaba pantalones cortos, y no veas los arañazos. Tengo una foto en la que aparece zarandeando las fichas del ajedrez.

La carretera acabó con él y recuerdo que eché bastantes lágrimas aquel día.

Otro fue Timbalín, el gato más travieso, juguetón y revoltoso que he visto en mi vida. Era cariñoso también pero no paraba quieto un minuto. Debe haber algunos que sean hiperactivos.

Ahora ya no tengo gatos. El más cercano que tengo es Nessus, el gato de mi hermana y de mi cuñado.

En el antiguo Egipto los gatos eran venerados como si fueran dioses, y hace unos años el genial escritor Antonio Burgos dedicó uno de sus libros a sus gatos.


Miau, Miau.